La flauta en Venezuela: A medio camino entre lo académico y lo popular

Retarto y firma de Meseron

16 de marzo de 2007

La flauta en Venezuela: A medio camino entre lo académico y lo popular

El presente artículo nos pasea por la historia de la flauta en Venezuela, desde el siglo XVIII hasta el presente. Una de las características más notables de esta "Escuela flautística" es que conviven lo académico y lo popular, y son los flautistas formados académicamente quienes desarrollen y recreen generalmente la música tradicional o folklórica. Sin duda Venezuela tiene aquí una historia rica. Pero no solo en lo estríctamente flautístico y musical, sino en anécdotas propias de un "Flautista de Hamelin".

Por Raimundo Pineda
No es casual que a lo largo de la historia musical venezolana la Flauta traversa se encuentre nuevamente en el centro de una polémica sana y constructiva. Basta recordar a nuestro ilustre y Generalísimo Don Francisco de Miranda, precursor de nuestra independencia y héroe de la revolución francesa, a la sazón flautista aficionado, quien se pavoneó por las cortes más importantes de Europa deslumbrando a propios y extraños con su inteligencia, candidez y carisma y, al no menos afortunado, Juan Francisco Meserón, compositor y flautista caraqueño de quien se cuenta salvó la vida gracias a su pericia y virtuosismo con el instrumento en los funestos años de la guerra de independencia. La seria afición de Miranda lo llevó a hacerse de un invalorable catálogo de música original para la flauta traversa barroca de una y tres llaves (antecesoras directas de nuestra flauta traversa moderna). En su archivo, de nombre Colombeia (Castillo, 1988), podemos encontrar obras para flauta sola y con diferentes combinaciones de ensamble pertenecientes a los compositores más representativos del barroco y el clasicismo musical, así como métodos y tratados de interpretación, en fin, publicaciones que envidiaría cualquier estudiante serio de la época. También abundan en dicho archivo detalladas críticas, disertaciones e impresiones musicales que nuestro muy culto americano hacía de las audiciones en vivo de innumerables conciertos a los que tuvo la suerte de ir en cada país donde puso pie en tierra. Mucho se ha dicho de su habilidad como ejecutante, que según muchos no pasó nunca de ser la de un aristócrata culto, adepto tanto al crecimiento y recreación intelectual como a la frivolidad y el galanteo, muy propios de la época cortesana que le tocó vivir. La vida del Generalísimo dio lugar a interesantes anécdotas, entre ellas, la de su encuentro en Viena en el año de 1785 con el genial músico del clasicismo Joseph Haydn, en el castillo del príncipe Esterházy, protector y mecenas del compositor. Miranda asistió en esta oportunidad a un concierto en el que el conocido maestro dirigiría y tocaría algunas obras de su autoría; luego del concierto, estos dos grandes caballeros compartieron durante horas plática y diatribas musicales según cuenta la historia. (Castillo, 1988). Juan Francisco Meserón (17791850?) por su parte, quien compartía su talento entre la flauta y la composición, fue uno de los representantes más importantes de la segunda generación de la llamada Escuela de Chacao, uno de los acontecimientos musicales más significativos y fructíferos que se dio en la Caracas del siglo XVIII y principios del XIX y que tuvo como lideres al padre Don Pedro Palacios y Sojo, conocido como el padre Sojo y a Juan Manuel Olivares. Estudiosos como Calzavara (1987) entre otros, afirman que esta famosa Escuela de Chacao no existió como una institución como tal, por lo menos no en el sentido en que se ha querido entender, sino que este calificativo aparece como la respuesta a la necesidad de organizar a los compositores (hayan sido o no alumnos de Juan Manuel Olivares) y al material musical escrito en ese periodo, entre 1790 y 1830 aproximadamente, que tenían características estilísticas similares y que por razones, si se quiere extramusicales, fue ubicada en, la para entonces, zona aledaña a Caracas. Entre estos compositores que hicieron vida musical en este período se encuentra nuestro Juan Francisco Meserón. Sus primeras lecciones de flauta las tomó de su padre Alejandro Mezerón (Meserón castellanizado), flautista de origen francés que militaba en las filas del batallón de veteranos y posteriormente de blancos criollos de Caracas. (Calcaño, 1958). Como compositor, Meserón produjo frescas obras instrumentales y corales, en las que la flauta siempre tuvo un papel protagónico, y que si bien se ceñían estéticamente a los cánones del clasicismo europeo, se denota en ellas sin embargo, la búsqueda de una Voz propia y de un discurso musical que redimensiona, de cierta manera, las influencias que sobre su música ejercieron autores como Haydn, Mozart, y Johann Stamitz (Calcaño, 1958). Meserón fue uno de los pocos compositores de esta escuela que experimentó con la música profana y su obra es tal vez la más cuantiosa de este periodo, destacando por su sobria factura su Octava Sinfonía, considerada como la obra instrumental más importante del período colonial (aunque data de 1822). Nuestro compositor también figura como el autor del primer tratado sobre el tema de la música en Venezuela: Explicación y conocimientos generales de la música, fechado en 1823, y además, es considerado por muchos especialistas como el más afamado y virtuoso flautista de esta etapa de nuestra historia musical (Calcaño, 1958). Entrando ya en el terreno de lo anecdótico, la leyenda nos lleva a los días de la guerra de independencia, a los terribles años de la pérdida de la 1era república, cuando los generales realistas, triunfantes e imparables, perseguían hasta la muerte a los civiles de las ciudades devastadas. Fue la difícil época del éxodo a Oriente donde murieron muchos caraqueños y en el que se dice también huyó nuestro flautista Meserón buscando refugio en la ciudad de Maturín. Algunos aseguran que fue el mismo Boves, otros que el español Morillo, lo cierto es que tras arrasar la capital, los realistas se encontraban pasando por las armas a todo aquel que tuviera algo que ver con la gesta rebelde, fueran estos civiles o militares. Se cuenta entonces que una voz anónima dejó sin efecto la funesta orden la noche anterior, imprecando que se disponía a fusilar al mejor flautista de Venezuela, a un compositor de reconocida y respetable fama. Al parecer, esta voz tuvo un efecto inmediato, ya que Meserón fue perdonado y pasó el resto de sus días, que no fueron pocos, en el para entonces cercano pueblo de Petare, enseñando y componiendo música sacra y pagana. Parte de esta historia fue reseñada por el General Ramón de la Plaza en su libro "El arte en Venezuela" (1895), sin embargo autores como Francisco Tosta, Gil Fortoul, Juan Bautista Plaza y José Antonio Calcaño posteriormente, nos narran historias que difieren en muchos detalles. Lo que si tenemos claro es que, lejos del terreno mágico de la leyenda, Francisco Meserón se salvó afortunadamente del paredón para convertirse en el flautista más importante del país y uno de los compositores más reconocidos de este temprano siglo XIX. (Calcaño, 1958). En Historia de la música en Venezuela, Calzavara (1987) nos ofrece el interesante comentario de la existencia, ya para los años de 1800, anterior al comentario sobre Juan Francisco Meserón, de un grupo numeroso de flautistas en las filas de diferentes batallones de la milicia acantonados en Caracas. Para esta época El Pífano, especie de flauta traversa sin llaves, con un registro bastante similar al del actual flautín o píccolo, se tocaba para acompañar las marchas de los batallones y era de uso muy común en las bandas militares. Calzavara habla, sin lugar a dudas, de este instrumento y de hecho hace citas de algunos documentos que así lo aseguran, por otra parte y para reforzar este comentario, Giovani Mendoza (2002) en su trabajo titulado Panorama de la flauta en Caracas en el siglo XIX también hace mención de esto y muy suspicazmente nos asoma la posibilidad de que estos músicos de la milicia (Pífanos como se les llamaba, al igual que el instrumento) también ejecutaran la flauta traversa de 5 u 8 llaves antecesora directa de nuestra flauta traversa moderna, que era el modelo que se estableció en Europa para finales del siglo XVIII. Algunos nombres de flautistas pertenecientes a esta etapa de nuestra historia son: Alejandro Mezerón (padre de Francisco Meserón), Pedro Marquis (también de origen francés y contemporáneo del anterior) Mateo Villalobos, José Alemán, José de los Santos Tovar, Evangelista Bolívar. (Calzavara 1987), y más tarde Juan José Tovar, Juan Bautista Cabrera, Sebastián Lozano, Luis A. Aliaga y José Angel Montero (Rodríguez, citado por Mendoza, 2002). Luego de la guerra de independencia el país quedó, como es natural, sumido en el atraso y la pobreza extrema. La música, superando lo obvio, nunca fue una prioridad en aquellos años, aunque sobrevivían algunas pocas instituciones dedicadas a este quehacer. Así que pasó un buen tiempo para que se fundaran las llamadas sociedades musicales, las Bandas de concierto, las escuelas de música, y poco a poco los teatros alcanzaran una programación si se quiere normal y recibieran la visita de las compañías europeas de Opera y Ballet. No pasó mucho tiempo y las intrigas y las montoneras se convirtieron nuevamente en el pan de cada día para los venezolanos del siglo XIX. Los alzamientos, los cambios en el poder y las guerras civiles sumirían al país nuevamente en el terror y la desolación (Calcaño, 1958). La vida académica de estos flautistas y de otros colegas del siglo XIX está estrechamente ligada a la creación de las instituciones de enseñanza musical. En 1819 se crea la "Academia de Música" que en realidad era una Sociedad de Conciertos, no destinada a la docencia sino al disfrute a través de la interpretación por parte de aficionados. Más tarde en 1831, Anastasio Bello Montero crea una Sociedad Filarmónica que incluía, ahora sí, una escuela de música. En 1849, el mismo Anastasio Montero, junto al maestro clarinetista Luis Jumel, crean la Academia de Bellas Artes y en 1870 se da lugar a la creación del Conservatorio de Bellas Artes bajo la dirección de Felipe Larrazábal, institución que cambiará de nombre en 1877 a Instituto de Bellas Artes y pasará a ser dirigido por el General Ramón de la Plaza Manrique, autor de uno de los pocos libros sobre el arte en Venezuela en este periodo de nuestra historia. En este instituto impartía clases el flautista y compositor Manuel Hernández (Pérez Perazzo, 2002). En 1887, se instaura la Academia Nacional de Bellas Artes, que luego de una interminable sucesión de cambios de nombre terminaría por llamarse Escuela de Arte y Declamación, y más tarde en el siglo XX Escuela Superior José Angel Lamas. En fin, pese al ambiente de guerra e inmediata postguerra de estos últimos años del XIX, una incipiente actividad musical se mantuvo en la vida de los habitantes de la capital. A estas nuevas instituciones se suman algunos colegios que ofrecían, desde hace muchos años, dentro de sus cargas académicas materias musicales y clases de instrumento, como el famoso Colegio Independencia, donde impartió clases el propio Meserón junto a Juan José Tovar (Sánchez citado por Mendoza 2002), siendo este último autor creador de un método para la ejecución de la flauta de cuatro o cinco llaves, el primero escrito por un flautista y compositor venezolano. Para finales del siglo XIX aparecen en la escena musical de Caracas, Manuel Guadalajara (1870-1917) conocido como el "Rey de la Flauta" (Peñín, 1998) y José Gabriel Nuñez Römberg (1834-1918), dos virtuosos flautistas y compositores que nos han legado un material invalorable en cuanto a composiciones para flauta y piano, piezas cargadas de un virtuosismo tal, que podríamos compararlas, después de haber estudiado fragmentos de éstas, con obras de los hermanos Doppler o Demersseman entre otros, coincidiendo con Mendoza en este comentario. Estos dos maestros, junto a Manuel Hernández, llenaron las últimas tres décadas del siglo XIX con su actividad solística y compositiva (Mendoza 2002) y constituyen uno de los antecedentes más importantes del desarrollo de la flauta en el país. El virtuosismo conque estas piezas fueron concebidas presupone para el autor antes citado, que para la época en que fueron escritas ya debía conocerse en el país el nuevo sistema o mecanismo inventado por Teobaldo Boehm en 1847 y que se impuso en Europa, tras algunas modificaciones, hacia finales del los años 60 del siglo XIX y que contribuyó claramente al desarrollo técnico de nuestro instrumento. El sistema pre - Boehm de ocho llaves no permitía tal virtuosismo o al menos lo consideramos, al igual que Mendoza, poco probable. Nada más alejado del ideal del arte y de la música que la situación político-social que le tocó vivir al país en esta atormentada época de finales de siglo, sin embargo, como ya hemos comentado, hubo lugar para acontecimientos importantes como la creación de escuelas de música y conservatorios, la consolidación de sociedades musicales y bandas de concierto y la visita de importantes compañías de ópera, principalmente italianas y francesas, acontecimientos que en su conjunto sirvieron de marco para el trabajo de numerosos compositores criollos que experimentaron, los primeros con los cánones clásicos, otros bajo las banderas de un romanticismo si se quiere tardío, y otros desarrollando lo que se llamaría la Música de Salón, corrientes todas que brindaron invalorables frutos a nuestro acervo musical (Calcaño, 1958). Es de hacer notar que en este período se desarrolló una obra musical con cargados matices de identidad, que por sus intrínsecos elementos populares y tradicionales, amalgamados con elementos culturales foráneos, han dado forma y contribuido al afianzamiento de nuestro folklore musical. El siglo XIX, en el continuo fluir que este proceso implica, puede ser tomado en cuenta como uno de los períodos de mayor consolidación de nuestros elementos musicales folklóricos. El piano es indiscutiblemente el instrumento de mayor proyección en estos años. Los valses más representativos, las rapsodias y fantasías más virtuosas y originales fueron dedicadas a este gigante, que tuvo en esta época su periodo de mayor esplendor en nuestra historia musical de la mano de las composiciones de Andrés Delgado Pardo y Ramón Delgado Palacios, y el virtuosismo de Teresa Carreño (Calcaño, 1958). La flauta traversa, sin embargo gozó siempre de mucha popularidad entre los estudiantes de música y los aficionados, inclusive, hoy en día es unos de los instrumentos más solicitados en las escuelas de música en todos los niveles. En este largo periodo que reseñamos, salvo las obras tardías de Meserón donde adquiere carácter solista, el uso de la flauta estuvo destinado al ensamble que sirve de plantilla a bandas sinfónicas y orquestas, esto hasta que aparecen Guadalajara y Núñez, en los últimos treinta años del siglo, con su importante y virtuosa producción de obras para flauta y piano, tanto de corte académico como popular, ya que ambos compusieron tanto fantasías y piezas de inspirado matiz romántico como valses tradicionales, estilo muy en boga en esta época. El siglo XX nos sorprende con una generación de músicos que se debaten entre los avatares de la música de la academia y los famosos valses populares. Los músicos seguían dormidos. Eran pocos, no estaban bien preparados y su orientación era muy deficiente. No había en estos años músicos jóvenes, y apenas lograban algunos mantener encendida una pobre afición, así describía Calcaño (1958) el panorama nada halagador de aquellos días. Los compositores, que han estado hasta cierto punto aislados de la mayoría de los acontecimientos musicales importantes sucedidos en el mundo en la segunda mitad del diecinueve y los albores del veinte, experimentan y descubren todo el esplendor de este período que en Europa ha dado los frutos mas descollantes: Brahms, Wagner, Mahler Fauré, Debussy, Stravinsky, Ravel. Autores disímiles con tantas diferencias estéticas y que sin embargo conviven a su manera, en una única aventura musical: La Modernidad. Nuestros compositores acuden, al unísono, tímidamente al encuentro con este nuevo orden artístico, a este brusco derrumbe de las tradiciones románticas en pos de un futuro incierto y retador. En la primera década del siglo XX, y finalmente bajo el nombre de Escuela de Música y Declamación encontramos a la institución más importante en la enseñanza de la música en el país cuyos antecedentes se remontan, como ya vimos, a los últimos treinta años del siglo anterior. La escuela, dirigida en esta época por Hilario Machado fue el lugar de encuentro de los jóvenes músicos de entonces, creadores y ejecutantes que se disponían a adentrarse en el camino de la música, asimilando y devorando todo el panorama estético que nos brindara el siglo XX, tan rico en vanguardias y revoluciones artísticas. Esta escuela, ubicada en Santa Capilla, cambiaría varias veces de nombre por caprichos de los distintos gobiernos y al final sería conocida primera como la Escuela Superior de Música José Angel Lamas (Pérez Perazzo, 2002) una de las instituciones musicales más descollantes de nuestro país, formadora de generaciones enteras de compositores y ejecutantes y que tuviera por director al maestro Vicente Emilio Sojo por largos y fructíferos años. En momentos de esplendor de la Escuela Superior de Santa Capilla, nos encontramos con una cátedra de flauta en la cual se impartían los basamentos técnicos e interpretativos de las escuelas europeas del instrumento, principalmente la francesa y la italiana. Es preciso nombrar a maestros como Simón Alvarez (padre) (1906-1986) y Napoleón Sánchez Oropeza, a quienes años más tarde se les sumaría el maestro Angel Briceño (1912-1976). El primero fue durante muchos años docente de esta importante institución caraqueña y primera flauta - fundador de la Orquesta Sinfónica Venezuela (entre 1930-1959) junto al grupo del maestro Sojo, acontecimiento este que marcó la historia de la vida musical en el país. Es importante tener en cuenta a otros maestros que a pesar de no haber tenido cátedra en dicha institución contribuyeron notablemente al desarrollo de la enseñanza de la flauta traversa en el país en esas primeras décadas del siglo XX, como es el caso de Antonio Vasallo y Ernesto Santini, este último actualizó notablemente el material didáctico existente con la incorporación de nuevos métodos y partituras. Ambos maestros italianos formaron parte también de la recién creada Sinfónica Venezuela y de la Banda Marcial Caracas. Mención especial merece el maestro Angel Briceño, un flautista extraordinario, en palabras de José Antonio Naranjo (comunicación personal, 25 de enero, 2004) que destacaba entre los demás por su creatividad, virtuosismo y musicalidad. De raigambre y formación popular en esencia y sin una notoria formación académica, el maestro Briceño, oriundo del hermoso y pintoresco pueblo de San Sebastián de los Reyes, en el Estado Aragua, se posicionó como solista de la misma sinfónica, la única existente en el país en esa época, hasta mediados de los años 70. Los alumnos del maestro Briceño, entre los que se encuentra nuestro querido maestro Naranjo, cuentan con admiración como notables directores de fama mundial, entre ellos el propio Igor Stravinsky, laureaban el trabajo musical del maestro, ofreciéndole villas y castillos e importantes puestos en honorables orquestas europeas. Briceño también fue compositor de obras populares, entre ellas el famoso joropo "El Adiós". Debemos nombrar de igual manera al maestro Juan Durand, quien ingresa en la banda del ejército en 1939 y quien sería por muchos años flautista y directivo de la OSV, precisamente compañero de fila de Alvarez, Santini y Briceño. Igualmente figura desde hace varios años como director de la Orquesta Típica Nacional, institución con la que ha desarrollado una importante labor de recopilación e interpretación de gran cantidad de material musical de corte popular. El estudio de la flauta en Venezuela ha experimentado, en sus últimos treinta años de trayectoria, un importante crecimiento técnico y artístico. Esta afirmación está avalada, no sólo por la existencia de connotados valores individuales y de agrupaciones con valiosas trayectorias artísticas dedicadas al desarrollo del instrumento, sino por la opinión de reconocidos maestros y docentes venezolanos y de otras latitudes quienes han tenido, a lo largo de este período, un contacto cercano con este fenómeno. Hay que hacer notar que en este período nace y se consolida el proyecto del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, liderado por el maestro José Antonio Abreu, quien fuera alumno de Vicente Emilio Sojo en la Escuela de Santa Capilla, movimiento este que ha contribuido, entre otras cosas, a la masificación de la enseñanza musical, y por ende de la flauta traversa. Esto trajo nuevos actores al panorama al aumentar considerablemente la población de estudiantes nacidos, directa o indirectamente del sistema de orquestas juveniles e infantiles entre los que figuran como parte de una primera generación los maestros Pedro Eustache, José García, Víctor Rojas, Luís Julio Toro, Miguel Pineda y Franklin Hinojosa, quienes han hecho, en su momento, vida docente en el conservatorio Simón Bolívar y en los diferentes núcleos del sistema de orquestas juveniles en todo el país. Una mención especial merece el maestro norteamericano Glenn Michael Egner quien se incorpora a la OSV en los años setenta, trayendo consigo elementos de la escuela sajona y francesa de flauta, ya que realizó estudios en Julliard School of Music con los maestros Geofrey Gilbert, John Wummer, Arthur Lora y Frances Blaisdell y cursos de especialización con el afamado maestro francés Jean-Pierre Rampal. El maestro Egner ha realizado invalorables aportes a la enseñanza de la flauta en nuestro país, inclusive en la actualidad, formando a gran cantidad de alumnos a lo largo de treinta años. A él se le debe la autoría y publicación de un método de flauta en los años ochenta, cuando se desempeñaba como docente del sistema de orquestas juveniles. En la actualidad el maestro Egner está realizando una importante labor de investigación, recopilación y publicación, a través de la WEB, de composiciones para flauta de autores venezolanos. El maestro Jorge Francis, solista de la Orquesta Municipal de Caracas, Barbara Jones McCoy integrante de la extinta Orquesta Filarmónica de Caracas, y Sarinno Magno, Junto a los ya nombrados Antonio Vasallo, Ernesto Santini y Egner completan la lista de los flautistas extranjeros que han hecho vida artística en el país y que han desarrollado una actividad docente de consideración. Paralelamente a estos hechos ocurridos en el ámbito de lo académico, se ha desarrollado en el país una importante corriente en la música popular instrumental con raíces tradicionales, en la cual el uso de la flauta traversa alcanza un rol protagónico como instrumento solista, hecho vinculado y soportado por el trabajo consecuente de importantes agrupaciones y solistas entre los que podemos nombrar, en primer lugar, a José Antonio Naranjo y el trabajo musical de "El Cuarteto", agrupación pionera en este proceso, quien ha influenciado o ha sido maestro directo de tantos otros representantes de esta corriente. El trabajo del maestro Naranjo, iniciado en el país por el maestro Briceño y especializado en la Ecole Normal de París con el legendario Jean-Pierre Rampal, Maxence Larrieu y Caratge, ha sido determinante en nuestro medio ya que su notable formación académica y su sensibilidad artística, inclinada hacia el mundo de lo popular, se han fusionado admirablemente dando lugar a un trabajo que denota en conjunto una alta factura técnica y una desarrollada sensibilidad en la interpretación, tanto del material académico como de los aires populares. Desde hace treinta años el maestro Naranjo ha desarrollado una encomiable labor en las instituciones musicales del CONAC siendo poseedor de varias cátedras, así mismo, desde hace más de diez años viene llevando a cabo cursos-talleres de enseñanza y perfeccionamiento en todo el país, siendo el más trascendente el Curso-Festival Unión de las Artes. En toda su actividad docente, Naranjo ha logrado conjugar los elementos de nuestra música popular con la enseñanza de los elementos técnicos del instrumento, de allí que un gran número de flautistas veamos en él al mayor exponente de este movimiento si se quiere simbiótico, para llamarlo de algún modo, que ha colmado los escenarios con lo mejor de nuestra música. El maestro Naranjo también ha fundado y formado parte, a lo largo de su carrera, de numerosas agrupaciones de Cámara como el Trío de Cámara Bellas Artes, el Quinteto de viento Venezuela, Solistas de Venezuela, el Quinteto de vientos Latinoamericano, la Orquesta Nacional de Flautas y el Ensamble de flautas José Antonio Naranjo. Como consecuencia directa de esta historia y de este desarrollo iniciado por el maestro Naranjo y complementando este concepto artístico, importantes agrupaciones y solistas como Luis Julio Toro con Gurrufío, Marco Granados, Omar Acosta y su Ensamble, Javier Montilla con Pabellón sin baranda, José Antonio Morocho Vásquez y El Tramao, Miquirebo Cuarteto de Flautas de Venezuela, Juan Manuel Ardila y Andrés Eloy Rodríguez con Onkora, Saúl Vera Ensamble, Huascar Barradas, Nicolás Real, La Orquesta Nacional de Flautas, Manuel Rojas con Manoroz, Domingo Moret con el grupo Raíces de Venezuela, Los Sinvergüenzas y tantos otros en el interior del país, han seguido la senda y han contribuido con sus nuevas propuestas al enriquecimiento del panorama de la flauta popular de los últimos años. Muchos de estos representantes, además de realizar un trabajo musical como parte de un ensamble, han desarrollado una actividad solística significativa en la que destacan las ejecuciones de material tradicional y las propuestas contemporáneas de autores venezolanos y latinoamericanos. Esta actividad se ha llevado a cabo también en agrupaciones de cámara y sinfónicas en el área académica o clásica, en las que estos exponentes hacen vida musical. La particularidad de este proceso ha llamado la atención de docentes y flautistas alrededor del mundo quienes han expresado sus opiniones en relación al hecho de que sean los flautistas formados académicamente quienes desarrollen y recreen la música tradicional o folklórica, y lo que es mejor, que hayan contribuido a una renovación del material musical original, dando lugar a creaciones cargadas de alto nivel interpretativo y técnico que guardan una estrecha relación con las raíces de nuestra música tradicional. No solamente se ha nutrido recientemente el repertorio popular como tal, sino que estos mismos flautistas, muchos de ellos compositores, han ampliado sus fronteras abarcando el campo de la música experimental y académica contemporánea dando lugar a importantes y reconocidas creaciones que han pasado a formar parte, tanto de la vanguardia, como de lo que algunos se han dado en llamar: El Nuevo Nacionalismo Venezolano (Bruzual, 2000). El hecho de que este valioso proceso esbozado en los párrafos anteriores sea concebido como un fenómeno interpretativo y creativo a la vez nos llama a plantearnos la necesidad de organizar el material resultante de la actividad musical de sus representantes y exponentes más importantes, con el fin de dejar constancia de lo que se ha convertido ya en una Escuela en la conviven afablemente ambos elementos: el Académico y el popular, marcando una línea de referencia obligada y reconocida mundialmente cargada de virtuosismo, originalidad y buen gusto y que viene indiscutiblemente a contribuir con el desarrollo de la flauta traversa moderna en el mundo entero. La incorporación del material aquí presentado, y de otros de raíz popular y académica a los programas de estudios de los conservatorios y escuelas de música del país sería solo el comienzo de un proceso que nos llevaría, sin lugar a dudas, a afianzar nuestra identidad como músicos, estudiantes y profesionales, dentro del contexto histórico globalizado que nos ha tocado vivir. Investigaciones en el campo de la docencia musical, entre ellas las propiciadas por el famoso método del maestro húngaro Kodaly dan fe de los buenos resultados de la aplicación y el uso de material folklórico y tradicional en la enseñanza de la música, logrando un mayor grado de identificación del alumno con los elementos musicales y extramusicales involucrados en el aprendizaje de un instrumento en particular o de la música integralmente. "Desde el Jardín de infancia hasta la escuela secundaria, pasando por la escuela primaria, el estudio del folclore es el peldaño para comenzar y profundizar en la estética de la música clásica" (Cartón y Gallardo citado en Vázquez-Mariño, 2003). Una afirmación como ésta, nos revela un punto de radical importancia en el cual debemos detenernos y explorar con detenimiento, desde el doble papel de estudiante y docente. La convivencia de los dos mundos, el académico y el popular, nos lleva a una asimilación integral del hecho musical. Les brinda a los estudiantes la posibilidad de echar mano de tod

os los elementos que forman parte del vasto territorio de la creación y la interpretación de la música como el arte más representativo de la sensibilidad del hombre y nos asegura el futuro del proceso, siempre cambiante, de la evolución de la cultura de los pueblos. * El presente artículo sirvió de prólogo a las ediciones de "La flauta en Venezuela", dos volúmenes de obras populares para flauta de autores venezolanos editados por Raimundo Pineda y José Antonio Naranjo, 2006.- Publicado con autorización.

 

Bibliografía y Referencias

- Bruzual, Alejandro. (2000). El nuevo nacionalismo en Venezuela, catorce obras, Colección de compositores venezolanos para guitarra. Caracas: Fundación Vicente Emilio Sojo.

- Calcaño, José Antonio. (1958). La ciudad y su música (crónica musical de Caracas). Caracas: Monte Avila Editores

- Calzavara, Alberto. (1987). Historia de la música en Venezuela (período hispánico con referencia al teatro y a la danza). Caracas: Fundación Pampero.

- Castillo Didier, Miguel. (1988). El precursor Francisco de Miranda y la música. Revista Musical de Venezuela, N°12-14. Caracas: Fundación Vicente Emilio Sojo.

- Mago, Oscar. (1975). Sojo, un hombre y una misión histórica. Caracas: Ediciones de la Orquesta Sinfónica Venezuela.

- Mendoza, Giovanni. (2002). Panorama de la flauta en la Caracas del siglo XIX. Revista Musical de la Sociedad Venezolana de Musicología, Nº5, Octubre-diciembre 2002 Web: http.//www.musicologiavenezolana.com/mendoza/cuerpo.htm

- Moncada. Freddy. (1998). Marquis, Pedro En Peñín, José y Guido, Walter. (Eds.) Enciclopedia de la música en Venezuela. Caracas, Fundación Bigott.

- Peñín, José. (1998). Guadalajara, Manuel En Peñín, José y Guido, Walter. (Eds.) Enciclopedia de la música en Venezuela. Caracas, Fundación Bigott.

- Peñín, José y Guido, Walter. (1998). Enciclopedia de la música en Venezuela. Caracas: Fundación Bigott.

Pérez Perazzo, Vladimir. (2002). Hitos de nuestro sistema musical. Venezuela y su música: siglo XIX e inicios del XX. En la web: http:// www.histomusica.com

- Quintana, Hugo. (1998). La lira venezolana. (Ed. Facs.) Caracas: Fundación Vicente Emilio Sojo/CONAC.

- Vázquez-Mariño, Luis Costa. (2003). Práctica pedagógica y música tradicional. LEEME, Revista de la lista Europea de Música en la Educación, Red temática de música. N°12, diciembre de 2003. Web: http://www.musica.rediris.es

 

* El autor, profesor Raimundo Pineda, presentó este artículo a modo de prólogo para la edición de dos volúmenes de Música Popular Venezolana para flauta. La misma fue editada conjuntamente con el Profesor José Antonio Naranjo en el año 2006.

 

 

1 comentario

Martín Auza
Martín Auza

26/05/2014
23:02
Este artículo fue republicado en el primer número de la revista "Aibú", de la Asociación de flautistas de Venezuela, en el año 2008.
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