Las emociones del Músico

Emociones encontradas de E. Martinez Jiménez

01 de septiembre de 2005

Las emociones del Músico

Este trabajo con las emociones del músico en escena, no pretende ser un estudio o una reflexión desde la psicología, sino desde mi experiencia como músico, para aportar aquello que pueda resultar útil en situaciones que se repiten cotidianamente en la vida de profesionales y estudiantes. Tampoco pretende brindar una herramienta terapéutica, para la resolución de problemas del quehacer musical, ni mucho menos fuera de él. Simplemente es un modelo didáctico para el músico y su problemática profesional y para el docente de música. Modelo que parte de la experiencia en escenario, de la reflexión y de mi propia cotidianeidad.

Por Gabriela Conti

(Del capítulo 1 "El displacer en escena" del libro de Gabriela Conti  "Afinando las Emociones")

Introducción

Esta forma de trabajo no será útil para todo el mundo, pero aspiro a que muchos sean los que encuentren alivio a sus tensiones, temores, angustias escénicas, sin tratar de  solucionar aquello que exceda el ámbito artístico y docente.

 Utilizaré aquí  la herramienta importantísima que diseñó el Dr. Norberto Levy, con quien he tenido el gusto de estudiar durante tres años. A quién estoy sumamente agradecida por esta forma de trabajo, que he podido aprender, la cual aplico en la actualidad con modestas reformas para poder adaptarla a las necesidades específicas del Músico.

 Lo que expondré en este trabajo se basa en la observación durante las clases que he dado en forma regular, como parte del Ciclo Hablemos del Músico, en instituciones públicas: Departamento de Artes Musicales y Sonoras Carlos López Buchardo  IUNA (ex - Conservatorio Nacional de Música), Conservatorio de la Ciudad de Buenos Aires, Conservatorio Provincial Juan José Castro y  Conservatorio de Morón Julián Aguirre y en muchas otras prestigiosas instituciones privadas, también en el trabajo individual con los alumnos particulares. Así mismo me he enriquecido de la opinión de respetables colegas y maestros. Y por supuesto trataré de combinar mi observación con mis experiencias personales.

 

 Desde pequeña me encontré inmersa en la situación escénica, observando desde adentro de los camarines y en los ensayos, aquello que sucedía en el teatro, pues ese era el trabajo que realizaba parte de mi familia.
 Ya desde haber oído las historias que se contaban de mi bisabuelo clarinetista y de hermanos de este, que regresaban de la función de la ópera y en lugar de relatarla, cantaban fragmentos de la misma, durante la sobremesa; ya desde el recuerdo de ver a mi madre o a mi tío y sus colegas prepararse en camarines para salir a escena, de asistir a ensayos, de escucharlos charlar como parte de las conversaciones cotidianas, que se intercalaban con la psicología, pues esta era otra de las profesiones reinantes en mi familia de origen, mi cosmos está compuesto de diversos elementos.

 Terminados mis estudios secundarios ingresé a la Facultad de Filosofía, tal vez buscando comprender este cosmos tan peculiar. Años más tarde me sentí atraída irresistiblemente por los estudios de música, y me embarqué en ello.
 Trataré aquí de realizar una puesta sobre la mesa de trabajo, a la problemática del músico. Reservo para posteriores escritos la intención de profundizar puntualmente sobre los temas de importancia.
  De modo que este trabajo es tal vez una primera síntesis de una forma de vivenciar y observar la realidad, que pretende colaborar con la tarea artística de quienes transitan estos caminos.

 

1.  El displacer en escena

 Orígenes del sufrimiento emocional

Trabajando con las emociones comprendemos que el sufrimiento (miedo, angustia, vergüenza, envidia, etc.) en momentos de estar frente al público desarrollando nuestra labor artística, no es algo impreciso, algo así como un fantasma. La incomprensión sobre el fenómeno lo hace aparecer como tal, como algo a controlar, algo que no podemos precisar adecuadamente. Metafóricamente podríamos decir que es como ver fuera de foco.

 Los síntomas mas comunes son angustia, ansiedad, intentos de control, que se transforman en descontrol, caos interno, des organización, parálisis, etc. en la mayoría de los casos combinadas con sensaciones físicas tales como, temblor en la parte del cuerpo que mas afecte a nuestro instrumento, sensación de falta de apoyo, respiración agitada, corazón que tiende a acelerar los latidos, garganta cerrada, tensión corporal, sudoración excesiva, etc.

 Normalmente las soluciones posibles que se nos presentan u ofrecen para este tipo de padecimientos son "ignorar el fenómeno", "pensar que nada malo puede suceder", "adoptar actitudes combativas", "desvalorizar la situación que estoy próximo a enfrentar", "no comentar con colegas ni maestros esto que me sucede", etc.

 Podemos sintetizarlas en: reacciones que tienden a ignorar el problema, reacciones que tienden a combatir el problema y toda la gama intermedia de respuestas que anestesien el dolor que ello provoca.

 Quienes hemos incursionado la escena, también sabemos que estas soluciones o no aportan una resolución real a nuestro problema, o constituyen un simple paliativo para afrontar una situación que nos preocupa. Pero mientras intentamos resolverlo de este modo, nos sentimos más sujetos al azar, que ligados a nuestra propia solvencia.

 Si tomamos la vía de la comprensión intelectual y vivencial del fenómeno,  encontraremos allí las herramientas para su resolución.

 Examinando la problemática vemos que el sufrimiento emocional nace del vínculo disfuncional entre los aspectos internos del Músico (el Ejecutante, la parte del músico que realiza la acción concreta de tocar y el Guía la parte del músico cuya tarea es guiar al ejecutante). Mas adelante ampliaré los conceptos sobre los roles que desempeñan ambos aspectos centrales del conflicto y su modo de vincularse entre si.
 Básicamente el problema del músico puede mejorarse y resolverse, modificando el vínculo existente entre los aspectos internos ya mencionados. Transformando un modo de vincularse disfuncional, en un modo de articular funcional.

 Podemos llamar disfuncional a un vínculo o relación que no impulsa, genera o colabora al crecimiento de sus partes, provocando dolor, confusión, desaliento y estancamiento o retraso en la evolución.
 Por el contrario, funcional es aquel vínculo dinámico capaz de conservar o recuperar el equilibrio saludable por medio de una ágil resolución de los conflictos y desacuerdos. Y que por consiguiente, disminuye los costos emocionales favoreciendo el desarrollo, la evolución de sus partes, hacia su meta.

 

Los personajes internos del músico

Para facilitar la comprensión del problema, definiré los aspectos emocionales a los cuales haremos referencia cuando del Músico se trata, de acuerdo al rol que desempeñan: el Ejecutante, quien tiene a su cargo la realización de la acción y el Guía, quien tiene a su cargo examinar, evaluar la labor del ejecutante tratando de guiarlo para que el músico alcance sus metas.

 Cuando el vínculo entre ambas "funciones" es disfuncional, el aspecto Ejecutante, que existe dentro de ese Músico se ve empequeñecido, triste, temeroso, avergonzado, etc. su labor se empobrece y cada vez se encuentra mas distante de su meta.
 El aspecto Guía, en este caso se siente enojado, frustrado, decepcionado y cree que maltratar al músico es la única opción que le queda para hacerlo reaccionar. Esto desvirtúa su rol de guía, transformándolo en un especie de juez, exigidor, reprochador, que ya no cumple su función de decirle al músico cómo hacer para acercarse a sus metas y acompañarlo a que las realice, sino que solamente se transforma en un crítico de la acción del Ejecutante. En virtud de la forma errónea en que se desempeña momentáneamente, cuando de disfuncionalidad se trata podemos llamarlo Guía- Crítico, a los efectos de referirnos al rol en el cual se está desempeñando.

Ante esta relación disfuncional el aspecto Ejecutante, queda solo y dolorido por el trato que recibe. En gran número de casos creyendo que no es merecedor de un trato amoroso cuando comete errores.

La labor docente consiste en rastrear las voces y emociones de ambos aspectos que conviven dentro de cada músico, para restablecer el diálogo que torne cada vez más funcional a este vínculo.
Esto se realiza durante las clases o talleres mediante ejercicios de introspección, contemplando ambos aspectos teóricamente y vivencialmente también en el momento de tocar en clase. En este sentido es importante entrenar al alumno en esta capacidad de oír y trabajar con dichos aspectos para que pueda aplicarlo al estudio cotidiano. Pues será el mismo músico el artífice de su propia mejoría.
 Una vez aprendidos y vivenciados, los mecanismos que nos conducen al problema del displacer escénico, es perfectamente posible para el músico, autorregular su propio equilibrio y lograr rectificar cada vez que sea necesario, dicho funcionamiento interno. Del mismo modo que aprendemos a afinar, también aprendemos a afinar nuestras emociones.

 

 La Meta

 Para nosotros los músicos el tema de la meta un punto de constante reflexión y revisión.
 Cuando hablo de meta, me refiero a aquello que deseo alcanzar o lograr, que supone además mi realización profesional y alguna porción de mi realización personal.

 En el terreno de la técnica, los músicos solemos plantearnos pequeñas metas a corto y mediano plazo. Y de este modo vamos resolviendo las diversas etapas a nivel curricular que se nos presentan. Tal como los programas de estudio de las instituciones se dividen en años, cuatrimestres, o ciclos.

 Comúnmente se mezcla con este tipo de metas mas concretas, otro tipo de metas vinculadas con el rendimiento, pero de carácter más abstracto que el simple y claro objetivo de ir avanzando a lo largo del estudio y concretando ciertos pasos que nos hacen mas solventes desde el punto de vista meramente técnico.
 Es común que en cierto punto de la formación aparezcan metas vinculadas con obtener éxito, obtener reconocimiento, tocar perfecto, sin ningún error, todas ellas metas que hablan en algún punto de la necesidad de aprobación.

 La frecuencia de este tipo de planteos me lleva a incluirlo como uno de los temas que intento desmenuzar para explicar y re plantear. Con la intención de brindar un poco de sosiego al mundo espiritual, conciencia y alma del músico, que es donde habitan estas emociones y pensamientos; los cuales por momentos contribuyen poco al desempeño de la labor artística.

 Para estudiar mejor el plano emocional en el que nos movemos y poder comprender mejor aquello que nos sucede, tal como ya he explicado antes trataremos de dividir imaginariamente a la persona músico en roles o aspectos.
 El aspecto ejecutante, como ya he dicho es quien tiene a su cargo la realización de la acción y el aspecto guía es quien tiene esencialmente la función guiar, de contener, de conducir a este músico hacia su meta.
 Podemos decir además de este guía que en sus versiones mas funcionales tiene un rol docente y en las mas disfuncionales adopta roles de crítico, juez, desplegando acciones para con el músico, de juzgador, avergonzador, amedrentador, etc.

 Ahora bien, volviendo al tema de las metas, puede suceder que el aspecto músico y el aspecto guía compartan o no su meta.

 En caso de compartir la meta puede suceder que no compartan el modo de encaminarse hacia ella. Un ejemplo de esto se da cuando el guía supone que exigiendo o maltratando al ejecutante optimizará los resultados y este mejorará su desempeño, para acercarse a la meta de ambos.
 En este tipo de situaciones puede suceder que el ejecutante crea que cuando las cosas no salen como se espera, el trato recibido es merecido, por lo tanto aunque sea doloroso, se siente poco digno de un trato amoroso, respetuoso, etc.

 En síntesis se vive en la creencia de que el error o el rendimiento menor a lo esperado por si mismo le quita validez como persona y como músico. Sufriendo una pérdida de dignidad que a la hora de salir a escena resulta en una sensación devastadora.
 
 Es muy frecuente que la voz del guía - crítico inste al músico a dedicarse a otra cosa si es que esta situación de extrema tensión, dolor e impotencia se prolonga en el tiempo sin observar una solución posible.
 
 Dentro de la misma gama de problemática compartiendo ambos aspectos la meta, pero no los medios, hay quienes tienen un grado menor de disfuncionalidad en el que el ejecutante, sabe que no merece el maltrato, que a pesar de cualquier error, aspira a ser amado y guiado para corregirse y mejorar su desempeño, amorosamente.  Este es el que se encuentra más cerca de transformar en funcional su vínculo. Pues lo que aún no sabe es cómo hacerle llegar esto al guía-crítico y ayudarlo a transformarse en un guía-docente.
 Pero lo que si sabe y esto es de mucho peso, es que la situación de maltrato debe cesar, para que la labor artística de despliegue sin costos emocionales que la obstaculicen.
 

 Existen otro tipo de vinculaciones con la meta. Nos ocuparemos ahora de aquellos casos en los que ejecutante y guía, siempre hablando de los aspectos internos de un músico, no comparten la meta.

 Un ejemplo de esto es oír una voz interna, la del ejecutante que dice querer disfrutar, porque por eso comenzó a estudiar y eligió esta carrera e inmediatamente oiremos en estos casos la voz del guía que pide tener éxito, reconocimiento, deslumbrar, excelencia, demostrar, etc.

 En estos casos el primer paso es que ambos aspectos internos se pongan de acuerdo mediante el diálogo franco. Mientras esto se logra, debemos realizar pactos o instancias intermedias, acuerdos provisorios, o pequeños entendimientos.
 Podemos estar seguros de la imposibilidad de avanzar en desacuerdo. Es como tener una orquesta funcionando con dos directores al mismo tiempo, dando cada uno de ellos pautas distintas sobre la misma obra, en el mismo momento.
 
 Lo que nos espera luego de ponernos de acuerdo parcial o totalmente en la meta deseada, es que el procedimiento por el cual me propongo conseguirla sea el adecuado.
 Es decir, una vez que tenemos acuerdo sobre la meta a alcanzar, no importa si nos referimos a las de corto o de largo plazo, debemos acordar también cuál es el trato adecuado que debe recibir ese ejecutante, (por parte del guía) para estar en las mejores condiciones de acercarse a dicha meta. Es decir, aquél trato que lo ayude a encaminarse hacia las metas, sin costo emocional (sufrimiento) por parte del ejecutante.


 A partir de aquí trataré de describir un ejemplo de este funcionamiento, solo a los fines ilustrativos; siempre estando atentos a que en la realidad hallaremos tantas diferencias de matices como personas tratemos de observar.


 El ejecutante quiere disfrutar de esta tarea que eligió, dar sus conciertos, presta mucha atención a la expresividad, al fraseo, a la musicalidad. En cambio el guía  crítico, le dice que hay que tocar perfecto, que si no, no sirve, que para expresar, primero hay que tocar excelentemente, que además para poder vivir de esta profesión hay que estar entre los mejores, etc.
 Con el paso del tiempo y la tensión que se genera en el sistema producto del desacuerdo (ambos creen que su punto de vista, su meta, es la única razonable) costará cada vez mas avanzar.
 El aspecto guía  crítico estará cada vez más preocupado por el futuro y por el producto musical y cada vez presionará más al aspecto ejecutante. Es probable que lleguen a un punto donde la impotencia se manifieste claramente. Uno con grandes dificultades para tocar, estudiar, disfrutar y el otro ya no sabiendo qué más hacer para despabilarlo.

 En la búsqueda de acuerdo, de metas consensuadas, seguramente estos aspectos internos llegarán a la conclusión de que, por supuesto esta es una profesión ligada al placer, pero para poder ser libre de expresar necesito tener disponible la herramienta de la sensibilidad, ta nto como la de la técnica, para lo cual primero debo entender que ambas son igualmente necesarias, y no una por encima de la otra.

  A partir de aquí sabré que necesito estudiar minuciosamente porque me facilitará las cosas, pero que la expresión es igual de valiosa y no impide la buena técnica.
 Sabré también que necesito mejorar aspectos técnicos, para poder expresar como deseo. Y que por supuesto si logro llevarlo a cabo, tendré mejor trabajo, sin duda lo que hago será apreciado, tendré éxitocomo consecuencia de mi labor, y habré disfrutado cada paso en la construcción de mi camino.

 Sintetizando, el Ejecutante partía de la idea de que si se estudia técnica no se presta atención adecuadamente a la sensibilidad, y se deja de disfrutar. Por otra parte el Guía partía de la creencia de que si se presta atención al placer, se descuida la prolijidad, el estudio a conciencia, etc.
 Ambos perdieron de vista que lo que quita el placer es el desacuerdo mismo, y el trato erróneo, y que la falta de estudio minucioso es una consecuencia de la pérdida del placer y de la confusión reinante.
 Ambos realizaron una evaluación errónea del problema por lo tanto buscaron soluciones equivocadas, por los medios equivocados.

 Generalmente cuando nos sentimos a gusto realizando una tarea, no queremos interrumpirla, o simplemente no nos damos cuenta del paso del tiempo, y dicha acción se torna más fructífera en cuanto a sus resultados concretos.
 Esta es la creencia opuesta a la que hemos vivido en nuestra educación, donde hemos encontrado padres, docentes, etc. afirmando que si no se nos exige, la pereza nos hará caer en la mediocridad.
 Desde mi punto de vista este que acabo de mencionar es un criterio sumamente pobre, desafortunado y sobre todo, distante de la realidad.

 Si pensamos al ser humano como alguien curioso, sediento de novedades, etc. sabremos que tratará de buscar, de aprender, de conocer y que si no lo hace se sentirá mal, aburrido, hastiado. Por lo tanto la tendencia innata es la de avanzar, la de buscar la expansión de sus horizontes.

 Volviendo al tema de las metas, las dificultades para arribar a ellas, se deben a desacuerdos perpetuados, a base de sostener creencias que deben ser revisadas, recontextualizadas.

 Necesito consensuar la meta, revisar las creencias que sostienen mi acción, y tratar de aclarar de qué modo deseo dirigirme a aquellas metas. Por último, es el ejecutante quien tiene que decir como debe ser tratado, para estar en condiciones de encaminarse hacia donde desea ir. Y es el guía quien debe aprender a guiarlo, del modo en que el ejecutante necesita, sin cuestionar estas necesidades.


 Poniéndolo en términos externos, cuando uno como docente recibe a un alumno, lo primero que procura saber es a donde quiere llegar ese alumno, cual es su meta y en que momento de su camino se encuentra.
  El paso siguiente para el docente es saber si puede ayudarlo y para ello no solo debe saber cual es la meta y donde se encuentra el alumno respecto de esta; sino también de qué modo necesita ser guiado ese alumno en particular.
 Este concepto sobre la educación no es novedoso, ha sido ya descrito por el filósofo griego Aristóteles, en varios de sus textos.

 Si el docente considerara que no puede guiarlo o que dicho alumno necesita algo que él no puede dar, es su deber orientar al alumno para que siga buscando quien sí, pueda brindarle la guía adecuada.
 Entiendo por guía adecuada la que contempla y se atiene a vincularse desde su individualidad con la individualidad del alumno, mas allá de los métodos pre- establecidos de enseñanza, un docente puede re crear con cada alumno el modo adecuado de enseñar haciendo uso de su creatividad y de su sensibilidad.

 De ninguna manera puede uno como maestro decir al alumno, tu meta está equivocada, te propongo cambiar de meta. Si puedo decirle con total honestidad no se cómo guiarte.


  En el plano interno, el guía no tiene muy claro cómo guiar y acusa a menudo al ejecutante de ser el portador del error. Sin ver que es él mismo quien no está guiando correctamente.
 A medida que esta confusión se va instalando y perpetuando, también el vínculo entre ambos aspectos internos se va tornando más tenso, doloroso y árido.
 El músico comienza a dudar de su habilidad musical, de su validez en otros aspectos. Deja de crecer y desarrollarse como un profesional adulto sólido, capaz de disfrutar su labor.
 Guarda en su interior a ese ejecutante empequeñecido y dolorido; a la vez que conserva a ese guía frustrado, enojado e impotente que ya no sabe más que hacer para que este músico se desarrolle.

 La respuesta es tan sencilla, tan simple que nos parece ridícula. El guía como maestro que es, no puede sentarse en su supuesta sabiduría y desoír los pedidos, necesidades y planteos del músico. Porque es entonces donde dejó de ser sabio. La mejor cualidad del guía, la que asegura el camino hacia las metas del músico es la actitud, la vivencia por parte de éste, de que sólo ayudando como el ejecutante necesita ser ayudado se arribará a buen puerto.
 
  Y cuando digo como el ejecutante necesita, no estoy diciendo como el guía cree que necesita, sino como el ejecutante manifiesta su pedido.                                                    

 Otra cosa que el aspecto guía debe saber y vivenciar es que su realización pasa por la realización de ese músico. Es decir que el guía se realiza si está guiando correctamente y producto de eso el músico se realiza arribando paulatinamente a sus metas.

 En medio de todos estos procesos internos, debemos tener la certeza de que el aspecto guía no es un personaje perverso, saboteador y mal intencionado, que disfruta haciéndonos sufrir o cuando tiene oportunidad de castigarnos ya sea verbalmente o dándonos la espalda (rechazo, desaprobación).
 Por el contrario, es un aspecto precario, emocionalmente, que no sabiendo cómo resolver un problema presiona hasta el límite fiel a sus creencias (con las que ha sido educado) no pudiendo cambiar los códigos, no pudiendo salir del enojo e impotencia que le provocan el no obtener los resultados que creyó poder lograr.
 Este personaje no debe ser acallado, ni castigado sino enseñado, reeducado para un vínculo funcional.

 Cuando este Guía primitivo que llevamos dentro comprende y vivencia que con un trato mejor se logran mejores resultados y que el músico se encamina hacia sus metas reduciendo el costo emocional (sufrimiento - devastación), no quiere seguir como hasta entonces, pues sufre por el dolor que ha generado.
 Simplemente necesita que lo ayuden a cambiar, que le den crédito y que crean en sus buenas intenciones.

 Naturalmente estas modificaciones toman su tiempo, ya que hemos tardado tiempo en construir el sistema tal como esta y tardaremos algún tiempo para modificarlo y parar la inercia que llevábamos.

 Para cerrar esta vista de la problemática del músico desde sus metas, queda para decir que las metas como éxito, admiración, etc. Traen consigo un tipo de goce que contiene los altos y bajos de la euforia y la depresión, según nos haya salido el concierto del día.
Estas metas por si mismas no incluyen el placer, se puede ser exitoso y sentir poco o nada de placer por realizar la tarea artística.
 
En cambio quien enfoca como meta, el disfrutar día a día con la realización de esta profesión que eligió, seguramente conseguirá este placer que se proponía y muy posiblemente esto le acarree éxito y reconocimiento. Y si no fuera así, de todos modos logró disfrutar cada paso en su camino profesional y sin duda habrá podido tocar como deseaba hacerlo.
 No importa en qué nivel técnico o etapa profesional me encuentre como músico, pero si, importa ir disfrutando cada paso en este camino de comunicación, ya que cada paso disfrutado fortalece el próximo.

 

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