Bs. As.,
10 de octubre de 2006
Recuerdos y vivencias con Jean Pierre Rampal
Jean Pierre Rampal fue uno de los más grandes flautistas del siglo XX, responsable de introducir la flauta dentro del circuito de los grandes conciertos, compitiendo con el violín y el piano y creando un nuevo mercado internacional para nuestro instrumento. El profesor Pablo Levín, docente y jefe de la cátedra de flauta del IUNA conoció personalmente al legendario flautista francés Jean Pierre Rampal (1922-2000) en el verano de 1964. En estas líneas comparte sus recuerdos y anécdotas con ese gran Maestro.
Por Pablo Levín, Bs. As.La primera oportunidad de conocer a este increíble flautista fue por recomendación de Aurele Nicolet, con quien estaba tomando Clases en Alemania. Jean Pierre Rampal dictaba su Curso en la Escuela de Verano en Niza y decidí asistir, allá por el verano de 1964. Durante las dos semanas que duraba el encuentro estuve en contacto diario: mañana y tarde, con éste increíble músico. Desde el primer momento sentí la buena onda, y su simpatía era algo verdaderamente destacable en la relación con sus discípulos.
Éramos entre 20 y 30 jóvenes flautistas franceses, norteamericanos, ingleses, entre otros. El Maestro Rampal daba sus clases de un modo muy particular, Recorría el gran salón casi sin parar, escuchaba y demostraba él mismo cómo interpretar la obra en cuestión. Tomaba la flauta mas cercana, la probaba haciendo una pequeña escala cromática desde el re medio hacia arriba (no más de una octava), descendía hasta el Do grave y decía: "cest bon!". Y luego demostraba como había que hacer la frase musical.
No disfrutaba de grandes explicaciones teóricas. Cuando alguien le preguntaba sobre el staccato y como lograba tanta velocidad y claridad, como hacía para tener esa articulación tan nítida, sus respuestas siempre eran simples. "Trabajo de escalas lento con jadeo-golpe de diafragma". Otra vez recuerdo que le pidieron que explicara como estudiar los trinos y respondió: "repetición lenta con metrónomo y luego ir aumentando la cantidad de batimentos con el mismo ritmo". En resumen, lo obvio. Sin embargo sus palabras siempre eran de aliento.
Con el repertorio siempre tenía anécdotas y contaba su experiencia al tocarlas, en muchos casos con el compositor al piano. Ese fue el caso de la Sonata de F. Poulenc. Una sonata muy querida por él, que le abrió la puerta de los Estados Unidos en 1958. Él siempre le había pedido a Poulenc que escribiera algo para flauta y piano y finalmente un día recibió un llamado de él diciendo que le habían encargado una obra y que la pagaría la Fundación Coolbridge en memoria de Elizabeth Coolbridge. Y agregó "Como yo nunca la conocí, creo la pieza es tuya". Rampal trabajó intensamente junto a Poulenc en la edición de la parte de flauta de la obra, sin embargo su nombre no aparece en la edición.
El estreno no-oficial de esta obra la dieron con el compositor al piano para solo un oyente: el pianista Arthur Rubinstein, la noche anterior al estreno en el Festival de Strasbourg en 1958. En otra oportunidad tocándola juntos para una grabación, en la parte central de la Cantilena, Francis tocó una parte más lenta que la indicación metronómica puesta por él mismo, por lo que Rampal le preguntó porque no la cambiaba. Y él le contestó que ya estaba editado así y no tenía mayor importancia, no valía la pena. Poulenc le había confesado como había sido concebido ese movimiento: "como podríamos decirlo, un sueño inapropiado, algo erótico".
Rampal amaba comer, beber y charlar. Muchas veces teníamos cenas de camaradería en la terraza de algún pequeño restaurante. Su jovialidad, su espíritu, su amor por las cosas sencillas de la vida impregnaban esas noches de sensaciones de bienestar y alegría por disfrutar de todo lo que teníamos a nuestro alcance. Podría decirse que en esas ocasiones daba Clases sobre cómo vivir, cómo ver el lado positivo de la vida. ¡"Bamboche"!
Una experiencia inolvidable de ese verano fue asistir a la interpretación al aire libre del Concierto para Flauta, Arpa y orquesta de Mozart, con la legendaria arpista y muy querida amiga de Rampal, Lily Laskine. (Ella lo había tocado y grabado anteriormente con Marcel Moyse). Esa noche Jean pierre fue su compañero sobre el escenario.
Aurele Nicolet me contó una anécdota sobre su vitalidad. Jean Pierre estaba en cama recuperándose de una gripe (o algo similar) y cuando lo fue a visitar, ya que eran bastante amigos, Rampal le propuso tocar unos dúos. Y así fue como tocaron, él recostado en su cama y Nicolet sentado a su lado, sin poder expli carse como podía seguir tocando como siempre a pesar de haber estado una semana en cama con fiebre ¡sin haber practicado! Y durante el verano de 1964 lo comprobamos. Por esos días tenía un concierto programado con las 6 Sonatas de J.S.Bach en alguna ciudad del Norte de Francia. Como estaba dictando el curso hizo el viaje manejando toda la noche para tocar al día siguiente y regresó de inmediato a Niza (también conduciendo de noche) para continuar con las clases por la mañana. Sin duda una vitalidad a toda prueba.
La primera vez que vino a la Argentina , fue con un Trío Barroco: Flauta, Oboe y Clave. Allí escuchamos en primera audición (para nosotros) la 7ª Sonata en sol menor, atribuida a J.S.Bach. A partir de entonces comenzaron las reuniones en casa de algún flautista. Se comía, bebía y se hacían dúos, tríos, etc. de los que participaba activamente Rampal. Algunos años después tuvo lugar un encuentro histórico con Alfredo Ianelli. Allí hubo un duelo entre los dos grandes. Un allegro de un duo de Köhler, cuya velocidad fue en aumento hasta que Rampal paró y le dijo a Ianelli: ¡Felicitaciones!, hemos empatado, es increíble como tocas.
Jean Pierre Rampal y Alfredo Iannelli.
Con Rampal se organizaron encuentros grupales con jóvenes flautistas en dos oportunidades aquí en la Argentina. El primero fue en el Teatro Coliseo, donde se reunieron más de cien y el segundo encuentro se realizó en el Teatro El Globo, luego de un ensayo suyo, previo a un Concierto en el Colón donde tocó y dirigió. En este último encuentro hizo indicaciones musicales muy precisas. Esa fue la última vez que nos visitó, ya estaba mal de las rodillas y le costaba caminar. Su fulgor se estaba apagando, sin embargo por la noche en el escenario tuvo momentos de exquisita sonoridad.
Finalizado el concierto, como no podía ser de otra manera, fuimos a comer - carne vuelta y vuelta como a él le encantaba - y a charlar de la vida. En el fondo era el mismo de siempre: amante de la vida, de la música, de los escenarios y del contacto humano.
¡Gracias Jean Pierre!