06 de mayo de 2010
Obituario
Superior y Eterno
Traté de verter aquí la miríada de involuntarios recuerdos que acudieron a mi mente al enterarme de la muerte del Maestro Alfredo Iannelli. Recuerdos que acuden a mí como relámpagos y que van desde mi adolescencia hasta el presente. Distintas etapas y épocas del segmento de nuestras vidas.
Por Claudio BarileComo lo muestran los Evangelios y más allá de la verosimilitud histórica de los hechos- cada discípulo tuvo una visión distinta del Maestro. Cada uno desde su perspectiva, desde lo que le toco vivir, desde su profesión anterior que acaso los condicionaría para ver, observar y pensar – recordemos alguno era recaudador de impuestos, otro era pescador, y otro tuvo la visión de Él meramente de un adolescente…- Podemos agregar que asimismo esto ocurre (aunque en otros aspectos estéticos y morfológicos) con algún cuadro de Piccaso, pues éste prestaría la misma simultaneidad de ópticas en un mismo presente.
Este pequeño exordio para tratar de verter aquí la miríada de involuntarios recuerdos que acudieron a mi mente al enterarme de la muerte del Maestro Alfredo Iannelli. Recuerdos que acuden a mí como relámpagos y que van desde mi adolescencia hasta el presente. Distintas etapas y épocas del segmento de nuestras vidas.
Al comenzar mis estudios de flauta – en 1972- mi Maestro Domingo Rulio, a los pocos meses, les decía a sus colegas: Quiero que le escuche el “Ñato” …! (Cariñosamente y con todo el respeto así lo llamaban al Maestro Iannelli los más allegados y con los que tenía muchos años de intimidad habiendo trabajando con él).
Y estuve tocando largamente para el Maestro allá por el año 1972. Recuerdo se colocaba los anteojos y me miraba y escuchaba de muy cerca y atentamente. No me costaba nada asociarlo a él y su actitud a la de un médico a la hora de auscultar a un paciente, haciendo inclusión en esa figura estampada en mi retina, la del uso de su delgado y permanente maletín negro.
Grabadas están todas las palabras de admiración y soporte que he recibido por parte de él, hasta llegada la adultez. Incluso hasta sus últimos días, hablando por teléfono.
En 1976 al Maestro lo seleccionaron para formar parte en la “Orquesta de las Américas”. Orquesta ciertamente fundada a través de una selección internacional, y constituida por miembros de las tres Américas. El director: Herrera de la Fuente, había formado parte del jurado de selección en aquel entonces. La sede de la orquesta resultó ser la Ciudad de México. Fui seleccionado yo también como flautín solista, es decir estuve trabajando junto al Maestro en julio y agosto de 1976. Guelfo Nalli (trompa) , Pedro Cocchiararo (oboe), Symsia Bajour (el concertino de la orquesta), Pedro Chiambareta (fagot), Enry Balestro (viola) y Carlos Nozzi (cello), éramos algunos de los argentinos que habíamos integrado ese año en dicha Orquesta, la que por cierto, sonaba !maravillosamente bien!
Recuerdo las palabras del Maestro antes de partir en la puerta del Teatro Colón: “ Te venis a México con nosotros, pibe…?”
Como referí antes, durante los meses de Julio y Agosto de 1976 estuvimos allí, tocando para Herrera de la Fuente, Peter Maag, Rafael Frühbeck de Burgos, escuchando y acompañando a Claudio Arrau, Henryk Szeryng, y una retahíla archi importante de artistas del más alto fuste.
Recuerdo allá en las caminatas de paseo por México (barrancas pronunciadas de por medio) que redondeando edades me decía sonriendo: “ Nene, !!! te llevo cuarenta años…!!!”
Muy atlético en su estado físico, delgado siempre, bigotes "Sabatianos", meticuloso, rectilíneo en su conducta de estudio y diría que apolíneo en el arte de elegir sus alimentos y su modo de vivir.
En esos meses de 1976 todo ahorro, estipendio o emolumento adquirido que en aquel entonces yo pudiera haber concretado para la compra de mi nueva flauta trabajando dentro de esa Orquesta, era festejado por el Maestro, quien inmediatamente me decía: “Esto nene (señalando a los dólares), será para la Muramatsu (…) ”. Flauta Muramatsu que luego efectivamente compré y que uso en parte al día de hoy (en aquel entonces él mismo oficiaba aquí en Argentina como uno de sus reprentantes).
Hacer un juicio axiológico sobre Iannelli resultaría vano al de hablar de él: era perfecto a la hora de tocar dentro del plantel de la orquesta. !No había tacha! Ágil y veloz como un Guepardo de reacción, estaba atento y escuchando absolutamente todo lo que circundaba en el grupo sea donde fuere que tocare.
Asimismo el nivel de conocimiento del Maestro y el darse rápidamente cuenta de cada quién y cada cual a la hora de escucharle era, por decirlo así: pasmoso de rápido además de certero (debo decir que estas virtudes por igual he admirado desde siempre en Iannelli y en Rulio, sesudos a la hora del juicio, categóricos, profundos, a veces duros, pero no se equivocaban en su evaluación)
Siempre atento a todos los cambios que pudieran acontecer en el arte y técnica de tocar la flauta, asistió él y su siempre fiel compañera y esposa de toda la vida “Cuca “ a mi primera presentación del concierto de Joaquín Rodrigo, en el Teatro Colón, fue además el día en que toqué flauta barroca en público por primera vez.
Hizo lo propio y siempre bien atildado asistió cuando indagué en las técnicas de Respiración Circular y toqué en el Teatro Colón. Tan luego el concierto estuvimos en mi casa de festejo. Conservo algunas fotografías de ese momento.
Como olvidar el dúo que tocamos juntos de Johann Sebastian Bach en Sol Mayor BWV 1039 allá por mediados de los ’80…
El Maestro Alfredo Iannelli había nacido el 28º de octubre de 1918 (recordemos fue año de la muerte de Claude Debussy y el final de la primera Guerra Mundial). Pocos años antes de este presente, el deceso inexplicable de su muy querido, joven y entrañable hijo Claudio y una ulterior (quizás consecuente) y prolongada enfermedad lo habían disminuido sobremanera.
Murió como había vivido, en su hogar, admirado por todos y junto a su amorosa, simpática y siempre comprensiva esposa Cuca, cerca del mediodía en Buenos Aires, el 18 de abril de 2010, a sus 91 años de edad.
Sólo panegíricos extensos habrán de salir de mí “pluma” al hablar sobre el Maestro Alfredo. Estoy seguro que estas palabras que he escrito resultarán harto exiguas comparadas con todo el potencial que él ha sabido otorgarme desde siempre, desde la más tierna edad. No sólo yo estoy en deuda con él, sino toda la comunidad flautística de Argentina y del mundo, de modo directo o indirecto. Haber podido aprender y compartir su sabiduría ha sido un privilegio para mí.
Huelgan comentarios poéticos para añadir. El Maestro Alfredo Iannelli ahora ha de acompañarnos ciertamente de otro modo: Superior y Eterno.
07/05/2010
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